En tierras lejanas, existía un maestro el cual tenia dos aprendices, ambos fieles a su maestro, caminaban por un pueblo, hasta que cierto día los enemigos de este maestro les tendieron un trampa.
El maestro decidió no hacer nada, simplemente se limpio el traje levanto a sus dos discípulos y continuaron su camino.
Cierta noche, el maestro se levanto y vio que uno de sus discípulos no estaba, siguió sus rastros y vio como es que en un campamento no muy lejos de allí su propio discípulo estaba sentado con sus enemigos, todos tomaban y festejaban muy alegremente al borde de una fogata…
El maestro a la mañana siguiente acuso a su alumno de ser un traidor y le pidió que se fuera lejos… el discípulo sin mencionar palabra acepto las palabras de su maestro y se retiro…
Pasaron muchos años cuando en un pueblo alejado de todo el maestro se encuentra nuevamente con el discípulo traidor, el discípulo se le acerca alegremente lo saluda respetuosamente y le pregunta a su maestro por el otro aprendiz. El maestro apenado le cuenta que cierto día luego de que el alumno aprendiera bastante decidió dejarlo e irse a hacer su propia vida y tener sus discípulos, el hombre al ver a su maestro apenado lo invita a almorzar a su casa y ambos van…
Al llegar el maestro se sienta en la mesa y el discípulo coloca sobre la mesa tres fuentes de comida, al destaparlas gran sorpresa se dio el maestro cuando vio la cabeza de sus enemigos en las bandejas enemigos que aquel día le tendieron la trampa. El maestro asombrado le dijo ¿Por qué hiciste eso a tus amigos?... y el discípulo respondió por que no eran mis amigos, eran sus enemigos, y aquel día nunca me pregunto nada simplemente me juzgo y me boto….
La moraleja es que cuando algo ocurra nunca juzgues el “que hizo” si no el “por que lo hizo” la traición es simplemente factor de tiempos… y de un “por que”…
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